El discurso real de 800.000 tartamudos

  • El 80% de las personas que la padecen están en paro pese a que, como dice el presidente del colectivo, «no somos tontos ni lo nuestro es una enfermedad»

  • Él es un empresario de éxito que construye rascacielos, colegios y carreteras en España y Sudamérica

    Adrián Lastra (chaqueta oscura) da vida e el teatro a Jorge VI en la...

    Esta es la historia de 800.000 hombres, mujeres y niños. De personas que no hablan como la mayoría. Que han de aguantar chistes, burlas y mofas los 365 días del año. Esta es la historia -incomprendida- de un sufrimiento.

    Y comienza así, sentados en la fila 13 del Teatro Español de Madrid, el jueves.

    Asistimos a El discurso del rey. Un joven tímido y acomplejado, con una tartamudez provocada por varios traumas de infancia. Ha de enfrentarse inesperadamente al que quizás sea el peor momento de su vida. No estaba previsto que se convirtiera en rey, pero al abdicar su hermano mayor para casarse con una divorciada americana, Jorge, incapaz y angustiado, ha de enfrentarse al mayor reto: hablar en público a sus súbditos ingleses. «Nononopuedo, no puedo…».

    Espoleado por una esposa que no se cansa de animarlo, el futuro rey termina poniéndose en manos de un logopeda australiano. El tratamiento dura 10 meses, a lo largo de los cuales el soberano y su instructor mantienen 82 sesiones de terapia. El final, como cada minuto de la obra, resulta inapetente. Al hombre que da vida al Jorge VI de manera magistral le cuesta volver a ser él. «Hoy me he sen-sentido agotado», suelta Adrián Lastra en su camerino terminada la función. Sin apenas darse cuenta de que seguía siendo el rey.

    Extramuros del teatro, coincidiendo con el estreno de El discurso del rey, otro discurso, el de la campaña de normalización de las personas con tartamudez. «Es, de alguna forma, morirse en vida». Las palabras, a menudo atropelladas, de Adolfo Sánchez, pilar y voz de la Fundación Española de la Tartamudez clavan como puñales el sentir de aquellos a los que se les juzga más por la manera que tienen de decir que por lo que dicen. Algunos, deprimidos en grado severo, intentan el suicidio. Otros terminan excluidos del mercado laboral (el 80% de los tartamudos está en paro o marginados), como los más jóvenes, por sus compañeros de colegio o de instituto que se burlan.
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